domingo, 2 de agosto de 2015

Trigésimo cumpleaños del Espacio Schengen

El pasado mes de junio se cumplieron treinta años de la firma del Acuerdo Schegen. No todos recordarán el importante avance que supuso este acuerdo en términos de derecho internacional y extranjería. Gracias a él, los países de la Unión Europea consiguieron abolir las fronteras internas entre los Estados miembros, permitiendo la libre circulación de ciudadanos europeos. Desaparecieron las aduanas, dejó de ser obligatoria la presentación del pasaporte, bastando con el documento de identidad nacional... Una sarta de beneficios que aún perduran, pero que no todos valoran.

Y es que, a día de hoy, muchos conviven con esta situación como si nunca hubiese existido otra, y olvidan la importancia de permitir esta libre circulación. Son muchos quienes se proclaman detractores de la integración europea, despreciando a las minorías y reprimiendo sus derechos. ¿Por qué? Muchas veces por desconocimiento. Quienes vivieron antes de la firma del Acuerdo, lo entenderán. Erigir fronteras es poner en peligro la solidaridad entre países, debilitar una Unión cada vez más fuerte, intercambiar informaciones para mejorar las actuaciones policiales en la lucha contra el terrorismo, poder expresarse y ser defendido en otros países... Es un derecho que demasiadas regiones del planeta aún anhelan.

La inmigración es problema de todos. Los inmigrantes no desearían tener que hacerlo, pero las condiciones en su país no les permiten continuar allí. Y tienen un derecho a salir de allí para poder proseguir con sus vidas. Schengen ha hecho de este tema algo mucho más seguro que hace unos años, pero aún quedan camino por recorrer.


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